InicioPolíticaLos secretos y negocios de García Furfaro, el Señor Fentanilo

Los secretos y negocios de García Furfaro, el Señor Fentanilo

En mayo de 2025, la rutina hospitalaria de varias provincias argentinas se alteró con un dato inquietante: pacientes en terapia intensiva que recibían fentanilo comenzaron a desarrollar neumonías fulminantes. El primer foco se encendió en el Hospital Italiano de La Plata, donde médicos acostumbrados a convivir con la urgencia se toparon con un patrón que no encajaba. Los estudios confirmaron lo impensado: algunas ampollas de fentanilo estaban contaminadas con bacterias resistentes. El hallazgo abrió un expediente que ya es considerado la mayor tragedia sanitaria provocada por un medicamento adulterado en el país. Las primeras cifras superan las cien muertes bajo sospecha y todavía no hay un número final de víctimas.

El hombre en el centro de la tormenta, ahora detenido, es Ariel García Furfaro. A los 23 años fue condenado por intento de homicidio. A los 40 reapareció en escena convertido en empresario farmacéutico con contactos políticos de peso. En 2017 compró HLB Pharma, un laboratorio que creció al calor de contratos estatales. Su historial con la ANMAT era un manual de irregularidades: partidas de propofol retiradas por sospechas de falsificación, dopamina sin trazabilidad, diclofenac y morfina contaminados. El organismo sanitario lo había sancionado más de una vez, pero nunca llegó a cerrarle las puertas del todo. En paralelo, Furfaro alimentaba vínculos con funcionarios y dirigentes que lo blindaban frente a cada traspié. La prensa lo bautizó “El Señor del Fentanilo”.

El brote comenzó oficialmente el 2 de mayo, pero los registros médicos muestran que algunas complicaciones ya se venían detectando días antes. En menos de dos semanas, los casos se multiplicaron en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y al menos otras ocho provincias. El 13 de mayo, la ANMAT ordenó la clausura de HLB Pharma y de su planta asociada Laboratorios Ramallo. El juez federal Ernesto Kreplak dispuso allanamientos y embargos, mientras el Malbrán analizaba el lote sospechoso, el 31202. El resultado fue contundente: seis de diez ampollas tenían bacterias letales.

Tragedia

Las dosis contaminadas circularon por todo el país. El Malbrán estimó que se distribuyeron más de 33 mil ampollas antes de ser retiradas. Rosario, Bahía Blanca y la Ciudad de Buenos Aires se convirtieron en epicentros del drama. Médicos en guardias saturadas describieron la impotencia de enfrentar infecciones intratables. Una de las bacterias, la Klebsiella, tenía resistencia antimicrobiana NDM-5, lo que hacía prácticamente imposible su tratamiento. “Era ver cómo un cuadro grave se volvía terminal en cuestión de horas”, confió un intensivista a los peritos judiciales.

Las pericias coincidieron en un punto: el origen estaba en la falla de esterilidad de la planta productora. El Malbrán confirmó con técnicas moleculares que la huella genética de las bacterias en las ampollas coincidía con la de los pacientes. El Cuerpo Médico Forense analizó veinte historias clínicas y concluyó que el fentanilo adulterado fue factor determinante en varios fallecimientos, aunque no siempre la única causa. Esa precisión técnica le dio al juez Kreplak un margen más complejo: cada caso debía revisarse de manera individual para definir imputaciones por homicidio.

La investigación judicial sumó ingredientes que refuerzan la sospecha de encubrimiento. Documentos robados, incendios sospechosos en plantas de almacenamiento, medicamentos escondidos en galpones vinculados a empresas de transporte de cereales. Todo apunta a que, cuando la noticia estalló, hubo una operación deliberada para borrar rastros. En paralelo, la ANMAT reveló que desde febrero de 2025 el laboratorio estaba bajo la lupa. En abril ya se le había prohibido distribuir propofol y en mayo se dispuso lo mismo con el fentanilo. Sin embargo, las ampollas contaminadas ya estaban en los hospitales.

El caso ya se conoce como el Fentanilogate. Una tragedia que combina negligencia, corrupción y muerte. Los jueces revisan expedientes, los familiares reclaman justicia y los hospitales todavía arrastran la sombra de un medicamento que, en lugar de aliviar, multiplicó la agonía. Cada nuevo dato que aparece en el expediente refuerza una pregunta incómoda: ¿cómo un convicto reciclado en empresario farmacéutico logró llegar tan lejos sin que nadie lo detuviera? Esa es la línea que todavía nadie se anima a cerrar.

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