Fati Vázquez, una influencer española, se convirtió en el centro de una polémica tras ser vinculada con Lamine Yamal, la joven promesa del Barcelona de apenas 17. Los rumores surgieron luego de que seguidores detectaran coincidencias en las publicaciones que ambos compartieron en sus redes sociales durante el mismo fin de semana.
Según usuarios de Instagram, tanto Vázquez como Yamal habrían estado en lugares muy similares: un yate con fondo rocoso, una piscina infinita y paisajes casi idénticos. Las imágenes, publicadas con pocos días de diferencia, generaron un vendaval de especulaciones sobre un posible romance entre la influencer y el delantero culé.
El periodista Javi de Hoyos, especialista en farándula, siguió el caso de cerca: “Llevo recibiendo desde este domingo pruebas de que Fati Vázquez y Lamine Yamal habían coincidido de vacaciones este fin de semana”. Incluso, agregó que habrían viajado en el mismo helicóptero.
Sin embargo, y ante el revuelo, De Hoyos aseguró que habló directamente con el futbolista: “Dice que no tienen nada”. Según el periodista, Yamal habría estado acompañado por otros jugadores del Barça, y deslizó que “seguramente Fati sí tiene algo con otra persona del Barça o es amiga de algún compañero”.
Fati fue víctima de ciberacoso y comenzó a recibir amenazas. La influencer decidió visibilizar el hostigamiento en un posteo donde escribió: “Es triste ver personas que tienen tanta oscuridad dentro que desean la muerte de alguien que ni siquiera conocen. A quienes me desean el mal, les deseo la curación”, expresó con crudeza.
Mientras tanto, Lamine Yamal continúa disfrutando de sus vacaciones en destinos como Brasil e Italia, en plena desconexión tras una intensa temporada con el Barcelona y la selección española. Aunque su rendimiento en la cancha fue destacado, esta vez su vida privada quedó expuesta sin que él lo buscara.
La historia aún no tiene un cierre claro, pero deja al descubierto una peligrosa cara de la fama: cómo una simple coincidencia en redes puede derivar en acoso, odio y violencia. La situación también reaviva el debate sobre los límites del fandom y la necesidad urgente de frenar los discursos de odio en plataformas digitales.