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“No pensé que me iba a costar tanto quedarme quieta”, comparte Valentina (37). Diagnosticada con insomnio y ansiedad, tenía la intención de probar una clase de yin yoga hace ya varias semanas. “No transpiré ni me cansé y, así y todo, puedo decir que trabajé un montón. Las posiciones parecen fáciles pero, en realidad, te muestran todo lo que duele y está tenso en el cuerpo, y no podés escapar. Cuando terminé sentí que algo se acomodó adentro mío”. Para ella, el yin se convirtió en su momento sagrado de la semana para no hacer nada, conectando con todo.
Quietud, pasividad, estiramiento profundo y relajación extrema. Son las palabras más empleadas para describir la práctica, que combina posiciones del yoga -sostenidas durante varios minutos- con principios de la medicina tradicional china. En el vasto universo del fitness, donde las rutinas dinámicas suelen acaparar la atención y la velocidad y el esfuerzo parecen ser la única fórmula posible en el camino hacia la recompensa, el yin invita a desacelerar y a entrar en contacto con partes del cuerpo que normalmente no se registran, trabajando sobre las capas más profundas del tejido conectivo.
Su orígen se remonta a la década del 1970 en Estados Unidos, aunque sus raíces filosóficas se inspiran en el Taoísmo chino y en estilos del yoga tradicional como el Hatha yoga de la India. Su creador, Paulie Zink, es un campeón estadounidense de artes marciales que buscaba desarrollar una práctica para favorecer la movilidad articular profunda y el flujo energético.
“El concepto del yin representa lo estable, pasivo y profundo, en contraste con el yang, que simboliza lo dinámico y activo”, explica Laura Arroqui, profesora de la disciplina desde hace seis años. “En el cuerpo, el yin se asocia con los tejidos conectivos más densos, mientras que el yang se relaciona con los músculos y el sistema circulatorio”.
La gran diferencia del yin con otras prácticas, señala Arroqui, es que no trabaja activando los músculos, sino relajándolos. “Se estimula el tejido que conecta el cuerpo internamente: huesos, articulaciones, ligamentos, tendones, fascias, la película que recubre cada fibra y las agrupa formando músculos y órganos. Al ser tejidos rígidos, necesitan más tiempo, por eso las posturas se sostienen entre tres y siete minutos y, en practicantes avanzados, entre 10 y 15 minutos. Estos tiempos permiten que el estiramiento alcance las capas más profundas y facilita la entrada en un estado meditativo”.
Cómo es una clase de yin yoga
Una práctica de yin dura entre 60 y 75 minutos, dependiendo del ritmo del instructor, y comienza con ejercicio de conexión con la respiración de cinco minutos, que suele incluir un escaneo corporal o una breve meditación guiada.
Luego empiezan las posturas, o asanas: se realizan entre cinco y ocho, y suelen tomarse las más pasivas del yoga, normalmente realizadas en el suelo, sin esfuerzo muscular. Las más comunes son la esfinge, la oruga, variantes de estocadas, la mariposa sentada y la paloma dormida.
Las transiciones son suaves, de 30 segundos a un minuto, y entre cada postura hay un momento de neutralidad, acostado o en posición fetal, para observar los efectos del estiramiento en el cuerpo.
Como en todas las variaciones del yoga, se cierra con savasana o una meditación que puede durar entre cinco y 10 minutos, guiada o en silencio.
Los beneficios del yin yoga
Al hablar de los efectos del yin en el cuerpo, Sol Candotti, preparadora física, comenta que la práctica tiene un respaldo creciente en los campos de la ciencia del movimiento, la neurofisiología y el estudio del tejido fascial. “Al adoptar posturas pasivas durante periodos largos, se fomenta la plasticidad del tejido fascial, lo que a su vez favorece la hidratación, la regeneración y la elasticidad corporal”, observa. “Hablamos de una práctica que no solo mejora la flexibilidad, sino que también promueve la circulación en las articulaciones y el equilibrio energético”, agrega Arroqui.
Ambas coinciden en que los beneficios del yin se perciben tanto a nivel físico como mental y destacan los siguientes:
Candotti señala que, si bien el yin yoga es apto para todo tipo de público, se trata de una práctica con ventajas especialmente notorias para cuatro tipos de personas:
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